01 julio 2009

EL GOLPISMO

En América Latina “los golpes de Estado” se había extirpado del argot político regional. Nuestros pueblos han asumido la democracia como modelo legítimo de sus gobiernos, promoviendo la participación ciudadana en la elección libérrima de sus autoridades.

En pleno Siglo XXI resulta totalmente desfasado que se produzcan hechos como los ocurridos en Honduras con el derrocamiento del Presidente Constitucional de la República, Mel Zelaya, la pasada semana.

Aunque hubiese enfrentamientos del Presidente con los demás poderes del Estado, la Iglesia, los empresarios y el descontento de parte de la población hondureña, esto no justifica la alteración e interrupción del orden democrático, pues existen mecanismos legítimos y constitucionales que permitían enjuiciar al Jefe del Estado en su nación.

La acción de la deportación violenta ilegitima cualquier acción jurídica que hayan podido intentar los golpistas, ya que esa flagrante violación a los más elementales preceptos democráticos inválida per ce cualquier transición que aspiraran, porque se produjo una ruptura de la democracia.

Ante esta situación se han activado todos los organismos regionales, multilaterales y la mayoría de naciones del mundo para condenar este golpe de Estado, reclamando el regreso y la restitución inmediata del Presidente Zelaya.

La ONU, la OEA, el ALBA, la Unión Europea, Estados Unidos y prácticamente todas las naciones del mundo han externado su apoyo al depuesto Presidente. En el caso especial de la OEA, , se le dio un ultimátum al gobierno de facto hondureño para entregar el poder, de lo contrario, se procederá de acuerdo a lo establecido en el artículo 19 de la Carta Democrática Interamericana, el cual dispone que “la ruptura del orden democrático o una alteración del orden constitucional que afecte gravemente el orden democrático en un Estado Miembro constituye, mientras persista, un obstáculo insuperable para la participación de su gobierno en las sesiones de la Asamblea General” y todos los demás órganos institucionales.

Latinoamérica no se pueden dar el lujo –después de haber superado esos estadios de barbarie política- de que el fantasma del golpismo vuelva a formar parte de la cotidianidad, por esta razón resulta intolerable la permanencia en el poder de un gobierno –haya los problemas que sean- que no sea aquel escogido libérrimamente por sus pueblos. Se impone pues la activación de todos los mecanismos necesarios para que este precedente funesto no quede impune en la historia de nuestra región, y se constituya en un atractivo para arcaicos aventureros.

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