26 febrero 2009

RIFKIN TENÍA RAZÓN

En la historia de la humanidad, siempre que han ocurrido cambios dirigidos a la adopción de nuevas tecnologías que modernicen la sociedad, surgen voces disidentes que enfocan sólo el lado negativo del empleo de la naciente metodología, por miedo al progreso técnico.

En el siglo XIX, por ejemplo, nos encontramos con el movimiento ludita que propiciaba la destrucción de las máquinas, teniendo como fundamento la teoría del paro tecnológico, mediante la cual se establecía que la introducción de la maquinaria busca siempre desplazar a los obreros.

En 1780 cuenta la historia cómo el capitán Ludd destruyó maquinas para defender el derecho de los trabajadores a no ser desplazados de sus lugares de trabajo, por la inserción de maquinarias en el ciclo de producción de una industria.

En estos tiempos de constante evolución tecnológica, al punto de que nos encontramos en lo que se ha llamado la era digital, el escritor Jeremy Rifkin publicó un libro titulado "El fin del trabajo", en el cual acude a la tesis de los luditas al observar que el desempleo prolifera en todo el mundo como consecuencia de que “las máquinas crean paro”.

En este texto, el economista Rifkin relata historias de cómo esos “monstruos mecánicos” -las maquinarias-, al ser tan eficientes pero tan desalmados suplantan a millones de trabajadores que deben ser expulsados de sus puestos de trabajo. En ese ambiente trata de demostrar la forma en que la tecnología causa paro, mediante “máquinas que hacen el trabajo que antes hacían las personas”.

La situación actual de crisis global le ha ido dando poco a poco la razón a Rifkin, ya que en estos momentos efectivamente se están sustituyendo millares de trabajadores en el mundo, para dar pasos a maquinarias que sólo necesitan un operario desde el sistema informático.

El acrecentamiento del desempleo en Estados Unidos –casi un millón de desempleados desde el inicio de la crisis-, además de estar sustentado en los graves problemas financieros que sufre esa nación y el mundo, también se cimenta en que las nuevas tecnologías suplen una gran parte de las actividades realizadas por esos desocupados.

Si hemos comprobado que Marx se equivocó cuando decía que “el capitalismo causaría paro”, en el caso de Rifkin ha sucedido todo lo contrario, ya que la realidad ha ido convirtiendo sus planteamientos en un axioma. Por lo que todo indica, que Rifkin tenía razón.