25 septiembre 2008

ASAMBLEA ECONÓMICA




La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), en su más reciente informe, pronostica que la crisis global se incrementará debido a la combinación de las alzas de los precios de alimentos y combustibles, a lo que se suma la más grave crisis financiera mundial de la historia, cuyos efectos han derrumbado las expectativas de crecimiento de los países en desarrollo.

Asimismo, el ritmo de cumplimiento de las Metas del Milenio se ha visto afectado significativamente argumentando el informe que para lograr estos objetivos “los países ricos deben incrementar su ayuda económica a los países en desarrollo en un 50%, entre US$50 y 60 mil millones, como se había prometido durante la reunión del G8 en Gleneagles”.

Mientras tanto, en este momento, de las 5 grandes entidades de inversión de Wall Street sólo dos están en pie, aunque tambaleándose: Morgan Stanley y Goldman Sachs. Lehman Brothers sucumbió dando paso a la crisis financiera de la pasada semana y Merrill Lynch fue adquirida por Bank of America.

Ante esta situación mundial era lógico que “la crisis global” fuera el tema central de esta 63 Asamblea General de las Naciones Unidas, cuando los 192 mandatarios presentes en este cónclave universal han manifestado la repercusión de la crisis en sus países y las recomendaciones propias para superar esta inusitada calamidad internacional.

El presidente de Brasil, Ignacio Lula Da Silva, fue enfático al reclamar que en el seno de la Asamblea de la ONU se establezcan acciones a nivel internacional que garanticen mecanismos de prevención, control y de total transparencia de las actividades financieras.

En ese tenor, Lula manifestó que “la economía es algo demasiado serio para que quede en manos de especuladores. Los organismos económicos supranacionales carecen de autoridad y de instrumentos para cohibir la anarquía especulativa.

Debemos reconstruirlos sobre bases de espacios multilaterales legítimos y confiables, sin imposiciones”.

En tanto, la presidenta de Argentina, Cristina de Kirshner, que calificó la crisis financiera norteamericana como “efecto jazz”, hizo una interesante reflexión sobre la obligación de la intervención del Estado al surgir crisis sistémicas, cuando argumentaba en relación a la aplicación del plan de rescate financiero por el gobierno estadounidense, que se trataba de “la intervención estatal más formidable de la que se tenga memoria, precisamente desde el lugar donde nos habían dicho que el Estado no era necesario”.

El ritmo de cumplimiento de las metas del milenio se ha visto afectado significativamente argumentando el informe que para lograr estos objetivos “los países ricos deben incrementar su ayuda económica a los países en desarrollo”.