17 julio 2008

CONSULTORIAS INTERNACIONALES

En estos días me he enterado de la inquietud de algunos legisladores sobre la necesidad de regular las contrataciones de consultorías internacionales, previendo problemas que se han suscitado en algunos países de Latinoamérica.

En esas naciones se han dado casos preocupantes que han erosionado el erario público de las instituciones estatales y hasta puesto en juego la credibilidad externa de muchas naciones, cuando a través de este mecanismo se han dispendiado cuantiosos recursos económicos.

Los organismos internacionales de financiamiento, ante episodios de contrataciones consecutivas -non santas- de un mismo consultor, y con el fin de proteger los fondos de sus proyectos y sobre todo el patrimonio público de nuestros países, han impuesto como norma general que “un consultor, con cargo a un proyecto determinado, sólo puede ser contratado por dos períodos consecutivos de seis meses”.

Sin embargo, como un insulto a la inteligencia y a la transparencia debida, en esas naciones hay burócratas que contratan al mismo consultor, burlando las más elementales normas de transparencia, primero para un proyecto financiado por un organismo, después por el de otra entidad, y entre una y otra contratación también por la misma institución nacional, incurriendo el funcionario contratante en una falta de delicadeza, transparencia y honestidad, que por ejemplo en Argentina llegó a destituirse a varios funcionarios y aplicarles algunas sanciones de su código penal.

Más cuando algunos de esos consultores preparaban unos proyectos inaplicables, inoperantes y hasta ilógicos, de situaciones sólo posibles en sus escenarios nacionales -las cuales calcaban sin cortapisas, al igual que legislaciones y figuras jurídicas que contrastaban con los sistemas legales de los países en lo que prestaban sus servicios.

Normalmente estos consultores -ad perpetuam- van alimentando los egos hinchados de sus contratantes, como decía una sátira bonaerense: “Hasta el punto de compararlos con Superman, la Batichica o la Dama de Hierro, a esos que demuestran tal incapacidad gerencial que contrasta con el traje de técnico que tradicionalmente enarbolan, sobre todo para tratar de escabullirse de compromisos y lealtades debidas hasta con quien los designa”.

La verdad que la percepción de la labor legislativa ha ido variando positivamente y también nuestras cámaras legislativas están asumiendo el rol de fiscalización que le consagra la Constitución.

Vamos caminando con pasos firmes
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