
En todo el transcurrir del día de toma de posesión observábamos a un Jefe de Estado distinto, con una impresionante sencillez, generoso con sus opositores -a sabiendas de que son piezas indispensables en el juego democrático-, con el carácter necesario para emprender el cumplimiento de las promesas ofertadas y un alto compromiso ético con las nuevas generaciones.

Extirpar de las redes washingtonianas este consuetudinario negocio conlleva consigo un enorme gesto de valor, ya que se rompe con el “status quo” del ejercicio tradicional de la cosa pública en E.U.
Otra de las medidas anunciadas es la plenitud de la transparencia en la gestión pública, cuando ha dado instrucciones de que todo ciudadano pueda tener a su alcance las informaciones que requiera de cualquier institución del Estado, salvo aquellas que son del ámbito de la seguridad pública, pero que también podrían ser reveladas por autorización de las cortes de justicia norteamericanas. Aseveraba que "La Ley de Libertad de Información es la herramienta más poderosa que tenemos para hacer que el nuestro sea un Gobierno honesto y transparente”, criticando las prácticas de “excesivo secreto” que se había apoderado de los funcionarios públicos.

El servicio público es un privilegio y como tal expresaba el Presidente Obama no debe "servir para ayudar a los amigos, a los intereses de las empresas o para promocionar un programa ideológico".
Estas medidas históricas marcan definitivamente una nueva era de ética y apertura en el ejercicio gubernamental norteamericano, que servirá para irradiar su espíritu a todas las naciones del mundo.
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